Pintar es soñar. Ignacio Iturria.


Fuimos al MNAV (Museo Nacional de Artes Visuales).
Exposición: Ignacio Iturria: Pintar es soñar. 




DATOS BIÓGRAFICOS:

Ignacio Iturria (Montevideo, 1949). Desde su niñez se relaciona con la pintura. En 1977 se instala en Cadaqués (España) donde trabaja con Ramón Aguilar Moré y se relaciona con los pintores catalanes Tharrats, Cuixart y Pitxot. En 1986 retorna a Uruguay y expone en diferentes ciudades latinoamericanas. En 1995 representa a Uruguay en la 46ª Bienal de Venecia. Las obras de Iturria se expusieron en los museos José Luis Cuevas de México, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, Museo Rufino Tamayo de México, Museo de Bellas Artes de Valencia, Fundación Telefónica de Madrid, Marlborough Gallery en New York y Boca Ratón (Estados Unidos), Instituto Cervantes y Galerie Patrice Trigano de Paris, Segunda Bienal Internacional de Arte de Beijing, China, y en el Museo de Arte Contemporáneo Youngeun, Corea.
Las obras de Iturria integran colecciones privadas y el acervo de museos tales como: el Museo José Luis Cuevas y el  Museo Rufino Tamayo de México, el Museo de Bellas Artes y el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber de Caracas, Venezuela, el Museo de la OEA, el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay y el Museo Youngeun de Corea. Obtiene el Gran Premio de la Bienal de Cuenca, Ecuador (1994). El Premio Especial "Casa di Risparmio" de la Bienal de Venecia, Italia, (1995). Gran Premio de la XII Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano y del Caribe, Puerto Rico. En 2001 obtiene en Uruguay, junto a Clever Lara y Rimer Cardillo, el Premio Figari por su trayectoria.
En 2002 abre una Escuela de Arte: “Casablanca, en busca del arte”. Y finalmente, una década después, crea la Fundación Ignacio Iturria, constituida por una sede central en Carrasco, Montevideo, y una Colonia de Artistas en una zona rural de Rosario, departamento de Colonia. Esta institución, destinada a promover el desarrollo de artistas, inauguró sus actividades abiertas al público en 2013 con la exposición “Desde las entrañas”, un homenaje a su maestro, el notable artista Nelson Ramos.
La obra de Iturria tiene un alcance plenamente universal por los temas que aborda y la personalísima forma de desplegarlos en su pintura. Al realizar sus obras se despliega sobre todo tipo de soportes y procedimientos, dando así lugar a una pintura expandida con intensa capacidad de confrontación con las imágenes mediáticas que ciegan y envuelven nuestra vida cotidiana lo que nos lleva al plano de la visión interior: ¿qué, quiénes, somos cuando miramos de verdad hacia dentro? Observando con humor e ironía la fragilidad de personajes y criaturas: nosotros, pequeños seres humanos, y nuestras proyecciones afectivas en lo que nos acompaña y ayuda, o nos amenaza y destruye.


El título de la muestra: “Pintar es soñar”, actúa como un concepto-metáfora para indicar que el núcleo de la pintura de Iturria se sitúa en ese plano del soñar despierto, del ensueño, que conlleva una ampliación de los límites de la vida humana en los planos del deseo y la imaginación. Ese concepto-metáfora sirve como hilo conductor para ordenar la unidad de la exposición, que se articula en cuatro secciones:


  1. Las enseñanzas del juego.
  2. Las redes del mundo.
  3. Brazos al cielo.
  4. La luz de los sueños.

Se organiza así un itinerario que tiene su punto de partida en la posibilidad de articular la visión de las cosas jugando, y en las enseñanzas para la vida que de ello se extraen. Siguiendo con la representación de la impenetrable red de este mundo extraño construido por los seres humanos: edificios, medios de transporte y comunicación, redes digitales, etc., en la que todos deambulamos hoy. Vienen después la expresión de la protesta y el rechazo de las injusticias, la violencia y el daño, con el contraste del deseo humano de elevación y justicia. Y, finalmente, como conclusión del recorrido, lo que se alcanza a ver en el sueño: la luz tenebrosa de las pesadillas y la luz de plenitud de los sueños abiertos, aquellos que nos conducen a la iluminación de un mundo más allá de éste, en el que habitan eros y la expansión de la vida. Esa iluminación que la gran pintura, en la luz, hace visible.









OBRA 1:
La obra de Iturria “Todos siempre corriendo como locos” (2005), pertenece al subtema “Las redes del mundo.” Y es por esto que resulta válido explicar que el universo creativo de Ignacio Iturria gira, todo él, en torno a la cotidianeidad, a las experiencias comunes del individuo urbano, en este siglo de informaciones acumulativas. De palabras, voces y ruidos intrusos, banalizadores. Que nos impiden ver el sentido de las cosas. Sumergiéndonos en ese mundo, Iturria intenta plasmar y comunicar con su pintura la experiencia de la vida. Las imágenes de referencia son las que nos acompañan cada día. Edificios de apartamentos. Habitaciones e interiores. Historias más o menos banales. Objetos en general dotados de vida propia. En particular, los muebles: aparadores, estantes, armarios, sofás, camas, lavabos, mesas, mesillas de noche, ordenadores y teclas que viajan sueltas… Son imágenes que están, sin embargo, sometidas a un procedimiento distanciador que nos hace percibirlas, a la vez, como intensamente conocidas y lejanas.
Esta obra es una obra bidimensional hecha en oleo sobre tela, que como ya se explicó previamente pertenece a la sección de Iturria “Las redes del mundo” lo que nos da un anticipo de su tema al igual que el título de la misma “Todos corriendo como locos”. Trata de un tema cotidiano, la falta de tiempo de la gente actual, el individuo urbano siempre a las corridas de un lugar a otro, “como locos”, estresados. Esta obra responde claramente a la sección en la que fue ubicada, además de su tema ya explicado también connota claramente la rutina diaria del siglo XX, llena de ruidos, distracciones, la constante rutina llena de obligaciones e importancia al materialismo que nos impiden ver el sentido de las cosas más importantes que es lo que se describe acerca de la sección donde se ubica.
El medio de esta obra es el óleo sobre lienzo, donde el blanco y el negro son los colores que predominan la pintura. Podemos analizar estos colores en base al tema, ya que la cotidianidad, la rutina, el andar a las corridas sin prestar mucha atención a lo que nos rodea nos hace perder de los detalles, de muchas de las cosas que conforman nuestro entorno convirtiendo el lugar donde nos encontramos en un lugar monótono, como los colores de la obra. Respecto a la textura de la obra se puede considerar que tiene una textura más visual que táctil, la forma en la que Iturria crea ese movimiento rápido de las personas genera cierta textura visual, esa pintura blanca un tanto esfumada detrás de las personas generando la sensación de movimiento crea cierta textura visual, sin embargo se puede considerar que también hay delicada textura táctil. Esto se puede ver no solo en esta obra sino en más de una obra del artista, donde las figuras humanas están realizadas tridimensionalmente utilizando el óleo directo del pomo sin esparcirlo, sino que creando la figura directamente con la pintura de la forma que sale del pomo.

Personalmente, esta obra me genera una sensación muy particular ya que me siento realmente identificada con el mensaje y lo que la misma transmite. El estar constantemente a las corridas, estresada, atada a la rutina es un aspecto de mi vida que últimamente está muy presente, las ocupaciones acaparan nuestras vidas y generan que uno este a contra reloj de todo, esta es la razón por la cual las ideas y el mensaje de esta obra me provocan una sensación bastante identificadora y personal.




OBRA 2:

La segunda obra de Iturria que llamó mucho mi atención y decidí analizar fue el sillón en forma de elefante “Sofá elefante” (1995)  que se encuentra en la primera sección de la exposición, “Las enseñanzas del juego”. Esta primera sección de la exposición se trata de una recuperación, de un retorno del sueño infantil de omnipotencia, a través de la memoria y la imaginación. A pesar de que esa vertiente conduce también a la autosuficiencia del niño, a su enclaustramiento en un mundo privado, en Iturria la ilusión de poder ser capaz de todo en el juego de la pintura se configura como una forma de compartir, e incluso de ofrecimiento.
En ese enorme, desmesurado, territorio del juego, el niño encuentra su identificación con los pequeños objetos y con los juguetes, diminutos como él. Los muebles se convierten en la orografía del paisaje de ensueño, en las montañas a explorar o en los lugares donde ocultarse y buscar refugio, sobre todo de la mirada adulta. A las piezas del juego no sólo se les confiere vida propia, sino que se les hace experimentar las metamorfosis de la imaginación
La exposición se dispuso de manera tal de recibir al visitante con esta primera sección en la que reúne un conjunto de trabajos de buen tamaño que trabajan sobre lo lúdico, aunque ese aspecto se repite en muchas obras del pintor. El  sofá con forma de elefante es un claro ejemplo. También el elefante será un motivo que se repita a lo largo del recorrido. El carácter lúdico de esa primera sala seguramente dialogará bien con la sensibilidad de los niños.
Esta es una obra tridimensional, clasificada como un objeto dentro de las obras de Iturria. Es una obra en forma de sofá pero este no es cualquier sofá sino que uno con una forma particular, forma de elefante, que hace que encaje a la perfección en la sección en la que se lo ubica, “Las enseñanzas del juego”, donde como ya se mencionó anteriormente, lo lúdico, lo infantil, objetos de ensueño que hacen que uno vuelva a la infancia, a esos momentos en los que solía jugar entre los muebles, esconderse, construir murallas y darle vida a los mismos.
El medio de esta obra escultórica es principalmente cartón forrado de papel, un papel que parece ser papel mache. Este papel le da una textura tanto táctil como visual. La obra de por sí presenta ambas texturas, al ser  una obra que se mimetiza con su entorno, un objeto tan cotidiano, atrae al espectador, se podría decir que lo invita a sentarse, juega con el espectador. Sin embargo, no es una obra interactiva, quien la ve no puede sentarse en ella, los pliegues del papel generan una textura muy real. El color que predomina y es protagonista en la obra es el gris, con ciertos tonos de marrón y esto claramente se debe a que el sillón imita a un elefante.

Desde un punto de vista más personal, y las sensaciones que esta obra generó en mí, puedo decir que esta obra junto con la sección en la que fue ubicada cumple efectivamente su propósito. Me hizo volver completamente en el pasado, a mi infancia, a esos momentos en los que solía darle vida a los muebles, jugar entre ellos, armar murallas y castillos entre ellos y generar mi propio mundo, y esta obra tan lúdica e infantil logró que me acordara de esos momentos tan alegres. 



Autora:

Martina Piñeyrúa
Colegio Stella Maris

6to Arquitectura





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